Las Dignidades

Por Marcelo Arancibia
El último día judicial del 2022 me lo encuentro en la esquina de calles Rivadavia y Jujuy a Marcelo Orrego. Mientras conversábamos sobre política una persona se nos acerca y nos dice: "Yo sé quiénes son Uds., seguro que Uds. no saben quién soy yo, pero me detengo para pedirles lo siguiente: "si ganan las elecciones del año que viene, sean dignos de la confianza que les dará la sociedad".
Es muy probable que ese ciudadano entre los años 2001 y 2019 haya votado al oficialismo del "Frente para la Victoria o de Todos". Pero en un momento, tal vez desde la cuarentena, perdió la confianza en quienes nos gobiernan durante los últimos 20 años. Mi interpretación es que esa ruptura lo fue por la soberbia y la codicia de los Gobiernos de Uñac y de Gioja".
Uno dispuesto a quedarse a como diera lugar, y el otro a volver como fuera posible. La ambición desmedida de ambas familias políticas solo refleja la pérdida de su capacidad para el diálogo, el reconocimiento a los límites, y la empatía con la gente.
Pero ese pedido de ser dignos de la confianza depositada por el ciudadano tiene otra interpretación a partir del resultado electoral de las PASO de ayer. Una interpretación que es complementaria a la anterior: Un País que vive a los "tumbos" económicos, que no crece desde el año 2011, no puede terminar de otra manera que no se poniendo en crisis al propio sistema político.
Si la política no reacciona ante la decadencia, la sociedad o una gran parte de ella lo hace. El domingo 13 un tercio del electorado reaccionó votando a Milei, otro tercio lo hizo al no ir a votar, y un 6,4% del padrón votó en blanco o anuló su voto.
¿A qué reacciona la gente? Hace mucho que una gran mayoría de los argentinos viven indignados. La indignación viene del pisoteo de la dignidad que cada ser humano lleva consigo (la Declaración de Derechos Humanos, en su art. 1ro dice: "Todos los seres humanos somos iguales en dignidad y en derechos”).
¿Y cuáles son esas indignidades? Recordemos a Mariano Moreno quien decía: "Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía".
Nuestras tiranías que indignan a la gente son la "inflación" y "la corrupción", no son personas, aunque estas las encarnan y representan con impunidad, y lo hacen de tal forma que una mayoría los identifican como los culpables indiscutibles de la crisis interminable, pues resulta evidente que ellos están salvados de la inflación y la violencia, y prosiguen su vida como siempre, sin grandes pérdidas. En cambio, sus víctimas [¿un 67,4% del electorado?] no han recuperado sus trabajos, o han perdido el nivel de sus ingresos y por ello sienten que sus vidas y las sus familias no son dignas por culpa de otro, del político.
Políticamente me considero un socialdemócrata, que defiende la educación y la salud pública, el respeto escrupuloso de la legalidad democrática y el Estado de Derecho, la igualdad de oportunidades, el derecho de cada uno a elegir su forma de vivir dentro de la conciencia de nuestra responsabilidad como ciudadanos.
Mi conciencia política nace con la guerra de las Malvinas, y mi primer acto político fue ir solo, siendo un niño durante la dictadura de Bignone, a un acto político de Raúl Alfonsín en la Avenida Central y Mendoza.
Desde fines del año 2022 vengo apoyando la candidatura presidencial de Patricia Bullrich. Con ella comparto que "el populismo en su larga agonía" ha modificado para mal el paisaje y el clima político del País, a tal punto que las cosas funcionan tan mal y que aquello que nos encamina a un desastre democrático y republicano, por la interminable decadencia económica y por el insostenible agravamiento de la inseguridad, hoy es una posibilidad concreta si la ultraderecha anti democrática e iliberal llega al poder de la mano de Javier Milei.
También comparto con Bullrich que hay medidas económicas, políticas y sociales que son inaplazables y necesarias, porque la paciencia social está llegando a su límite. Sin margen para el error hay que resolver la macro economía para salvar la democracia, mucho dependerá de la capacidad que tenga "JxC" de ofrecer futuro, en el orden racional y también en el emocional, en un momento histórico: el del fin del Partido Justicialista como partido mayoritario, que supo dar al pueblo la dignidad del trabajo y de la justicia social, y que hoy se ha convertido en una caricatura que prohíja a corruptos, promueve una economía anti popular destrozando todo atisbo de progreso y ascenso social.
Devolver la dignidad a los argentinos debe ser la consigna, para recobrar su confianza y reconstruir el sistema representativo. Para ello lo primero es poner al País en crecimiento, sin inflación, sin corrupción y sin delincuencia.
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