Lautaro Fernández: el joven albino que encontró en el goalball su lugar en el mundo

Lautaro Fernández: el joven albino que encontró en el goalball su lugar en el mundo

Con apenas 17 años, Lautaro forma parte de la Selección Argentina de Goalball. El 13 de junio es el  Día Internacional de la Sensibilización sobre el Albinismo, su historia es ejemplo de lucha, perseverancia y amor por el deporte.

En el Día Internacional de la Sensibilización sobre el Albinismo, la historia de Lautaro Fernández, un joven sanjuanino de 17 años, emociona y deja una enseñanza clara: los sueños se alcanzan con esfuerzo, pasión y el apoyo de quienes creen en vos.

Lautaro nació con albinismo, una condición genética que afecta la pigmentación de la piel y la visión, pero eso nunca fue una barrera para soñar en grande. Hoy forma parte de la Selección Argentina juvenil de Goalball, un deporte diseñado para personas ciegas o con baja visión, que combina estrategia, reflejos y trabajo en equipo.

"El deporte cambió mi vida rotundamente", suele decir Lautaro con orgullo. Su camino en el goalball comenzó casi por casualidad. Primero lo practicaba su hermano, y aunque al principio no se sentía capaz por su físico, en 2022 se animó a probar. "Entré cuando casi todos mis amigos se sumaron. Me dije: ¿por qué atletismo si todos están acá? Y no me equivoqué", recuerda.

Aquel grupo inicial de amigos se redujo con el tiempo, pero Lautaro siguió firme. Fue uno de los tres que logró representar a San Juan en los Juegos Evita, y desde entonces su compromiso no paró de crecer. Entrenó sin descanso, con la mirada atenta de sus profesores, Federico Guzmán y especialmente Valeria Tello, a quienes define como pilares fundamentales de su desarrollo deportivo, sin olvidar y mencionar a su primera profesora Sandra.

Valeria, su entrenadora actual, es más que una guía técnica. "Ella me enseñó casi todo lo que sé: mi defensa, mis ataques, las estrategias. Es la que me hace volar. Lo que soy hoy en la selección es gracias a ella", asegura con emoción.

El 27 de noviembre de 2023, a las 14:46, Lautaro recibió el mensaje que le cambió la vida: fue convocado oficialmente a la Selección Argentina Juvenil de Goalball. "No me la podía creer. Estaba con mi hermano, le conté, casi rompemos los platos de la emoción", dice entre risas. "Ese día entendí que todo el esfuerzo valía la pena".

Lautaro destaca el acompañamiento incondicional de su familia, de su madre, que siempre estuvo a su lado, alentándolo en cada paso. Hoy se prepara para competir con la Selección en los Juegos ParaJuveniles de octubre, con la ilusión intacta de clasificar al Mundial de China 2026.

"Lo que más me atrapó del goalball fue su juego estratégico. Hay que moverse, hablar, defender, lanzar... y todo con los ojos vendados. No es fácil, pero se logra con constancia", explica. Antes practicó fútbol, handball y hasta básquet, pero en el goalball encontró su lugar, su equipo y su identidad.

Lautaro no sólo juega: inspira. Es un ejemplo de lo que puede lograrse cuando se unen talento, dedicación y contención. Su historia, en este día tan especial, recuerda que la inclusión real comienza cuando se confía en el potencial de cada persona.

Y mientras se ilusiona con seguir representando a San Juan y al país, Lautaro sigue entrenando, soñando y dejando en claro que el albinismo no lo define: lo define su corazón de deportista.

Qué es y cómo se juega al Goalball, el desafiante deporte para ciegos que crece en la Argentina

El Goalball es el único deporte para personas con discapacidad visual que no es adaptado. Es decir, no tiene una versión convencional. Sus orígenes se remontan a fines de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue creado para rehabilitar a aquellas personas que habían quedado ciegas o con visión disminuida producto de las heridas de combate. Con el tiempo, la actividad fue creciendo y en los Juegos de Toronto 1976 se la incluyó como disciplina paralímpica. Ya en la década de 1980' comenzó a desarrollarse la rama femenina.

Su llegada a la Argentina se produjo recién a principios de los 2000, aunque solo en su versión recreativa. En el 2005, con Claudio Falco como principal promotor, se presentó un proyecto para trabajarlo de manera sistemática en el Cenard. Esa iniciativa sentó las bases para el armado de la Selección nacional, que tuvo al autor de la propuesta como primer entrenador.

Las reglas de este deporte son simples, pero su práctica implica un desafío importante a nivel físico y táctico para los jugadores. Se juega en una cancha similar a la de vóley, con una dimensión de 18 x 9 metros, y dos arcos (de 1,30 metros de alto) al final, que ocupan todo el ancho. Cada equipo, compuesto por tres integrantes cada uno, se ubica en su mitad del campo. El objetivo es meter la pelota – que es parecida a la de básquet, pesa 1 kilo y cuarto, no pica y tiene cascabeles en su interior- en el arco de enfrente. Cada partido consta de dos tiempos de 12 minutos cada uno, con tres de descanso en el medio. En caso de empate, hay un tiempo extra.

El juego tiene una obligación: todos los jugadores deben usar parches sobre los ojos y ponerse gafas con cinta negra o totalmente ploteadas. El objetivo es que todos estén en la categoría que en el deporte adaptado se denomina de B1, es decir, de ceguera total.